–¡Tonterías! –dijo Gregory, que se volvía muy racional cuando otros intentaban pensar con paradojas– ¿Por qué todos los empleados y los obreros que viajan en los trenes presentan un aspecto tan triste y cansado? Se lo diré: porque creen que el tren lleva el rumbo correcto, porque saben que llegarán al sitio para el que han comprado el billete, porque una vez que han pasado Sloane Square la próxima estación es Victoria y nada más que Victoria. ¡Oh, qué arrebato de entusiasmo tendrían! ¡Oh, sus ojos brillarían como estrellas y sus almas se sentirían de nuevo en el Paraíso si la próxima estación fuera inexplicablemente Baker Street!

– Es usted el que carece de espíritu poético. –respondió el poeta Syme– Si lo que dice acerca de los empleados es verdad, ellos sólo pueden ser tan prosaicos como la poesía que usted escribe. Lo raro, lo extraño, es dar en el blanco. Lo vulgar, lo obvio, es fallar. Sentimos que ocurre algo épico cuando un hombre atraviesa un ave distante con una flecha lanzada al azar. Pero ¿acaso no es también épico que una persona alcance una estación distante gracias a una máquina azarosa? El caos es tedioso porque en el caos el tren puede ir a cualquier parte, ya sea a Baker Street o Bagdad. Pero el hombre es un mago, y toda su magia consiste en eso, en que él dice Victoria y, ¡voilà!, es Victoria. No, quédese con sus libros de prosa y poesía y déjeme leer un horario de trenes con lágrimas de orgullo. Llévese a su Byron, que conmemora las derrotas del hombre, y tráigame el Bradshaw, que conmemora sus victorias. ¡Tráigame el Bradshaw, le digo!

– G.K. Chesterton, El hombre que fue Jueves.


Tarea: El fragmento anterior es parte de un diálogo en el que dos personajes proponen definiciones antagónicas de un mismo concepto. Identifica el concepto, explica la posición de cada personaje y defiende la que consideres más correcta aportando algún argumento.