Con las herramientas del amo
no se puede desmantelar la casa del amo

Acepté participar en una conferencia del New York University Institute for the Humanities hace un año, en 1978, pensando que mi función sería comentar ponencias sobre el rol de la diferencia en las vidas de las mujeres estadounidenses: diferencias de raza, sexualidad, clase y edad. La ausencia de estas consideraciones desvirtuaría cualquier análisis feminista sobre lo personal y lo político.

Es común que, desde la arrogancia académica, se emprendan estudios sobre teoría feminista sin analizar nuestras numerosas diferencias, y sin contar con una aportación significativa de mujeres pobres, mujeres Negras y del Tercer Mundo, y lesbianas. Y aún así, aquí estoy, como feminista Negra lesbiana, invitada a comentar un panel, «Lo personal y lo político», de este congreso para conmemorar el 30 aniversario de El segundo sexo de Simone de Beauvoir; el único panel donde se representa la contribución de feministas y lesbianas Negras. Lo que dice esto sobre la amplitud de miras de este congreso es lamentable, en un país donde el racismo, el sexismo y la homofobia son indisociables. Leer el programa del congreso supone asumir que las lesbianas y las mujeres negras no tienen nada que decir sobre el existencialismo, lo erótico, la cultura femenina y el silencio, el desarrollo de la teoría feminista, o la heterosexualidad y el poder. ¿Y qué implica a nivel personal y político que las dos mujeres Negras que han participado las hayan encontrado, literalmente, a última hora? ¿Qué significa que las herramientas de un patriarcado racista estén siendo usadas para examinar los frutos de ese mismo patriarcado? Significa que solo se considera y se permite un pequeño espacio para el cambio.

La ausencia de aportaciones sobre la conciencia lesbiana o la consciencia de las mujeres del Tercer Mundo son carencias graves, tanto en el congreso como en las ponencias que se presentan. Por ejemplo, en una ponencia sobre las relaciones materiales entre mujeres, me entero de un modelo dicotómico de crianza que descarta completamente mi experiencia como lesbiana Negra. En esta ponencia no se analiza ni la sororidad, ni los sistemas de apoyo mutuo, ni la interdependencia entre las lesbianas y las women-identified women. Y, sin embargo, esta ponencia afirma que solo en el modelo patriarcal de crianza las mujeres «que intentan emanciparse podrían estar pagando un precio demasiado alto por lo que obtienen».

Para las mujeres, la necesidad y el deseo de educarse entre ellas no es patológico sino redentor. Es en esa experiencia donde descubrimos nuestro verdadero poder. Este es este vínculo auténtico lo que tanto teme el mundo patriarcal. Porque, en la estructura patriarcal, la maternidad es el único poder social que la mujer tiene a su disposición.

La interdependencia entre mujeres es la vía hacia la libertad que nos permite ser, pero no para ser utilizadas, sino para estar creando. Esta es la diferencia entre la pasividad del ser y la fuerza del estar.

Preconinzar solo la tolerancia de las diferencias entre mujeres no es más que un reformismo burdo. Supone negar la función creativa de la diferencia en nuestras vidas. La diferencia no solo se debe tolerar, tiene que verse como la fuente de polaridades que necesitamos para que nuestra creatividad se encienda de manera dialéctica. Solo así la necesidad de interdependencia deja de ser una amenaza. Solo en la interdependencia de diferentes fortalezas, reconocidas e iguales, podemos dar lugar a la búsqueda de nuevas formas de estar en el mundo y al coraje para intervenir allí donde no hay hojas de ruta.

En la interdependencia mutua (no dominante) de nuestras diferencias reside esta seguridad que nos habilita para lanzarnos al caos de las experiencias y volver con un idea clara de nuestro futuro, así como la fuerza para efectuar los cambios que pueden realizar ese futuro. La diferencia es esa conexión cruda y poderosa en la que se forja nuestra fuerza personal.

Como mujeres, nos han enseñado a ignorar nuestras diferencias, o verlas como motivos para la separación y la desconfianza en vez como fuerzas de cambio.

Sin comunidad no hay liberación, solo un armisticio frágil y caduco entre el individuo y su opresión. Pero la comunidad no debe significar un abandono de nuestras diferencias, ni la pretensión patética de que esas diferencias no existen.

Quienes nos mantenemos fuera de lo que el cinturón de esta sociedad define como mujeres aceptables; quienes hemos sido forjadas en el crisol de la diferencia —quienes somos pobres, quienes somos lesbianas, quienes somos Negras, quienes somos viejas— sabemos que la supervivencia no es una aptitud académica. La supervivencia es aprender a estar sola, siendo impopular y a veces vilipendiada, y cómo hacer causa común con quienes también están fuera de las estructuras para definir y perseguir un mundo en el que todos y todas podamos prosperar. Es aprender a convertir nuestras diferencias en fortalezas. Porque las herramientas del amo nunca desmantelarán la casa del amo. Podrían permitirnos ganarle temporalmente en su propio juego, pero nunca nos valdrán para lograr un cambio real. Y este hecho es solo una amanezca para aquellas mujeres que todavía consideran que la casa del amo es su única fuente de sustento.

Las mujeres pobres y las mujeres de color saben que hay una diferencia entre las manifestaciones cotidianas de la esclavitud marital y la prostitución, porque son nuestras hijas las que se exhiben en la calle 42. Si la teoría feminista de las estadounidenses blancas no necesita afrontar nuestras diferencias, ni las diferencias que resultan de nuestra opresión, ¿cómo van a asumir el hecho de que las mujeres que limpian sus casas y cuidan de su prole mientras participan en congreso de teoría feminista son, en su mayor parte, mujeres pobres y mujeres de color? ¿Qué teoría está detrás del feminismo racista?

En un mundo lleno de posibilidades, nuestra actitud personal ayuda a sentar las bases de la acción política. La incapacidad de las feministas académicas para reconocer las diferencias como una fortaleza crucial, es su incapacidad para ir más allá de la primera lección del patriarcado. En nuestro mundo, el divide y vencerás debe convertirse en define y empodera.

¿Por qué no fueron capaces de encontrar más mujeres de color para participar en este congreso? ¿Por qué se considera que llamarme dos veces por teléfono es una consulta? ¿Soy la única fuente posible de nombres de feministas negras? Y, aunque la ponencia de la panelista negra concluye con una importante y poderosa conexión de amor entre mujeres, ¿qué pasa con la cooperación interracial entre feministas que no se aman entre sí?

En los círculos académicos feministas, la respuesta a estas preguntas suele ser: «No sabíamos a quién preguntar». Pero esa es la misma evasión de responsabilidades, el mismo escaqueo, que excluye el arte de mujeres negras de las exposiciones de mujeres, los trabajos de mujeres negras de las publicaciones feministas menos cuando aparece el «Número especial sobre las mujeres del tercer mundo», y los textos de mujeres negras fuera de vuestras bibliografías. Pero, tal como apuntaba Adrienne Rich recientemente en una charla, si las feministas blancas se han formado tanto en la última década, ¿cómo es posible que no hayan aprendido nada sobre las mujeres negras y las diferencias entre nosotras —blancas y Negras— cuando es un factor clave para la supervivencia de nuestro movimiento?

Todavía se espera que las mujeres de hoy asuman el abismo de la ignorancia masculina y se esfuercen en educar a los hombres sobre nuestra existencia y nuestras necesidades. Entrener a los oprimidos con las preocupaciones de sus amos, es una herramienta antiquísima y básica que utilizan todos los opresores. Y ahora, se dice que es tarea de las mujeres negras educar a las mujeres blancas —afrontando una resistencia enorme— sobre nuestra existencia, nuestras diferencias, nuestros roles en nuestra supervivencia. Esto no es más que un desperdicio de energía y repetir trágicamente el pensamiento racista patriarcal.

Simone de Beauvoir dijo en una ocasión: «En la experiencia de las condiciones reales de nuestras vidas, es de donde sacamos nuestra fuerza para vivir y nuestras razones para actuar».

Racismo y homofobia son condiciones reales de nuestras vidas aquí y ahora. Insto a cada una de nosotras a indagar dentro en el pozo de conocimiento que hay dentro de sí misma, en busca del terror y la aversión a cualquier diferencia. A mirar qué rostro tiene. Solo entonces, lo personal y lo político pueden comenzar a iluminar todas nuestras acciones.

– Audre Lorde, 1979


Read the original English text